Oso, un perro mestizo, duerme en una jaula en un refugio de Lancaster, California, desde el 17 de julio. Su dueño fue deportado por las autoridades migratorias y ahora espera una nueva familia. Como él, decenas de mascotas quedan abandonadas o entregadas a albergues tras las detenciones o autodeportaciones de sus dueños inmigrantes, una situación que ha empeorado en los últimos años.
Según datos del Departamento de Cuidado y Control de Animales del Condado de Los Ángeles, más de 20 perros han sido entregados directamente por razones ligadas a procesos migratorios solo entre junio y julio. En refugios como los de Miami-Dade, la sobrepoblación es evidente: más de 525 perros y 100 gatos están a la espera de adopción, y muchos han sido dejados por dueños que alegan “mudanzas” para evitar confesar que fueron deportados o que están huyendo voluntariamente del país.
Entre enero y junio de 2024, se reportaron 32 casos de entregas por mudanza en el condado de Miami-Dade. Para el mismo período en 2025, la cifra se disparó a 118. Las autoridades y refugios están pidiendo a quienes enfrenten procesos migratorios planificar el destino de sus animales, ya sea entregándolos a familiares o amigos, para evitar que terminen en las calles o saturando los ya colapsados centros de rescate.
Las mascotas, sin voz ni voto, enfrentan las consecuencias directas de una política migratoria cada vez más estricta. La incertidumbre que viven miles de inmigrantes ante posibles redadas o detenciones ha generado un abandono silencioso pero constante. Muchos, ante el temor de ser capturados por ICE o al optar por una salida voluntaria del país, dejan atrás a sus animales sin alternativas claras. Algunos refugios aseguran que los dueños sienten vergüenza o temor de admitir que su situación migratoria es la causa del abandono, lo que dificulta aún más la recopilación de datos precisos y la planificación de rescate o reubicación de las mascotas.