Washington D.C. – La tensión entre el presidente Donald Trump y el magnate Elon Musk ha estallado en una disputa pública que amenaza con agrietar aún más al Partido Republicano. Lo que parecía una relación de colaboración mutua se ha convertido en una guerra abierta, con acusaciones de traición, corrupción y amenazas a contratos federales.
Todo comenzó con las críticas de Musk al proyecto fiscal de Trump, pero escaló rápidamente cuando el CEO de Tesla y SpaceX afirmó en redes sociales que el exmandatario aparece en los registros del caso Epstein y sugirió que debería enfrentar un juicio político. Trump respondió de inmediato, llamándolo “loco” y advirtiendo que podría cancelar millonarios contratos federales con las empresas del empresario.
Desde el Capitolio, se reporta una creciente división interna: mientras algunos republicanos se alinean con Musk por sus posturas económicas, otros cierran filas con Trump, asegurando que el magnate “cruzó una línea”. En medio del caos, Musk ha dejado entrever que podría retirar su apoyo a proyectos clave, como la nave espacial Dragon, aumentando la presión sobre el gobierno federal.
El choque entre ambos líderes no solo sacude las redes sociales, sino también los cimientos del poder económico y político en Estados Unidos. Musk, uno de los mayores contratistas del gobierno a través de SpaceX, insinuó que podría retirar inversiones y reevaluar sus colaboraciones si continúa la “represalia política” desde la Casa Blanca. Esto ha despertado preocupaciones en el Pentágono y otras agencias que dependen de sus servicios tecnológicos.
En el Congreso, la polarización se intensifica. Mientras senadores republicanos como Rand Paul y Thomas Massie han salido en defensa de Musk, acusando a Trump de actuar de forma “impulsiva y vengativa”, otros, como Lindsey Graham y Elise Stefanik, han reafirmado su respaldo al expresidente. Este cisma podría tener repercusiones importantes en la unidad del partido de cara a las elecciones de medio término.
Además, analistas políticos señalan que la pelea tiene implicaciones más profundas: refleja la tensión entre el viejo establishment republicano liderado por Trump y una nueva corriente tecnocrática y libertaria que ve en figuras como Musk un nuevo tipo de liderazgo. De continuar esta fractura, la batalla no solo podría afectar decisiones legislativas inmediatas, sino reconfigurar el mapa político conservador estadounidense.