Martínez Pozo “¿Por qué matamos al jefe Rafael Leónidas Trujillo?”.

Santo Domingo.- En El Sol de la Mañana, el comunicador Julio Martínez Pozo planteó una interrogante que resuena con fuerza en el aniversario 63 del ajusticiamiento del dictador Rafael Leónidas Trujillo: “¿Por qué matamos al jefe?”. La pregunta no fue retórica, sino el punto de partida para un análisis profundo sobre las causas históricas, sociales y personales que motivaron el magnicidio del 30 de mayo de 1961.

Martínez Pozo abordó el tema desde múltiples ángulos, distinguiendo entre las causas generales —históricas y estructurales— y las personales, centradas en los actores que ejecutaron directamente la acción contra el dictador.

“Todos los dictadores de la República Dominicana han terminado como terminó Leónidas Trujillo”, afirmó el comentarista, recordando los finales trágicos de Ulises Heureaux y Ramón Cáceres, entre otros. Según su lectura, hay una constante histórica en el rechazo violento al poder absoluto en el país.

Asimismo, destacó que Leónidas Trujillo fue víctima del mismo grupo social que se fortaleció a su sombra. “La burguesía que él ayudó a crear terminó viéndolo como un obstáculo para su expansión”, explicó Martínez Pozo, haciendo eco de interpretaciones sociopolíticas que vinculan el fin de la tiranía con la evolución de intereses económicos dentro del sistema.

Pero el análisis no se detuvo ahí. El comunicador argumentó que, más allá de razones estructurales, los ejecutores del atentado tenían cuentas personales con Leónidas Trujillo. Citó el caso de Antonio de la Maza, quien nunca perdonó la ejecución de su hermano Octavio, implicado sin culpa en el secuestro del exiliado Jesús de Galíndez; y el de Antonio Imbert Barrera, traicionado por el régimen tras recibir promesas incumplidas respecto a su hermano.

También mencionó al teniente Amado García Guerrero, a quien el régimen le impidió casarse con su prometida, y lo sometió a humillaciones que lo llevaron a sumarse a la conjura con sed de justicia personal.

Aunque reconoció que el asesinato de las Hermanas Mirabal fue un “desencadenante”, sostuvo que el crimen que verdaderamente selló el destino de Trujillo fue el de Galíndez, ocurrido años antes, por el peso que tuvo en el plano internacional y en el ánimo de ciertos conspiradores clave.

Martínez Pozo citó incluso una analogía del expresidente Joaquín Balaguer, quien comparó el impacto moral del asesinato de las Mirabal con el efecto simbólico de la victoria póstuma del Cid Campeador en la batalla. “De Patria, Minerva y María Teresa Mirabal puede aseverarse lo mismo: derrotaron a Trujillo después de muertas”, leyó el comunicador.

Para Martínez Pozo, Trujillo pudo haber quedado en la historia como un gobernante fuerte, de no haber incurrido en los excesos y errores de sus últimos cinco años de mandato, entre ellos los intentos de asesinato contra figuras internacionales y las masacres que marcaron su ocaso.

El comentario cerró con una reflexión sobre el peso de la historia: “El grupo que fue a matarlo tenía razones personales para estar ahí. Fueron a cobrarle cuentas de sangre y de honor. Y se las cobraron”, concluyó.

Así, en el aniversario de su caída, la figura de Trujillo vuelve a ser debatida, no para reivindicarla, sino para entender las fuerzas y heridas que se acumularon hasta provocar su abrupto final.