Un alarmante estudio presentado en la conferencia anual de la Sociedad Estadounidense de Oncología Clínica reveló que las muertes por cáncer relacionadas con el consumo de alcohol se duplicaron en Estados Unidos entre 1990 y 2021. Las cifras pasaron de 11,896 a 23,207 fallecimientos anuales, afectando mayoritariamente a hombres y personas mayores de 55 años.
El alcohol es reconocido como un carcinógeno que puede desencadenar varios tipos de cáncer mediante distintos mecanismos: daña el ADN, altera la regulación hormonal, interfiere en la absorción de nutrientes y promueve la formación de compuestos químicos nocivos en el cuerpo. Estos efectos están vinculados con cánceres de hígado, colorrectal, mama, esófago y cavidad oral.
A nivel global, se estima que el 4% de los diagnósticos de cáncer en 2020 unos 750,000 casos fueron atribuibles al consumo de alcohol. Aunque la mayoría se asocia al consumo excesivo, más de 100,000 se relacionaron con un consumo leve o moderado.
Frente a esta realidad, expertos en salud pública recomiendan reducir o eliminar el consumo de alcohol, implementar políticas que limiten su disponibilidad y publicidad, y aumentar la concienciación sobre sus riesgos. Estas acciones podrían reducir significativamente la carga de cáncer asociado al alcohol a nivel mundial.
Los investigadores subrayan que la falta de conciencia sobre el vínculo entre alcohol y cáncer sigue siendo un obstáculo importante. A diferencia del tabaco, cuyos riesgos están ampliamente reconocidos, muchas personas desconocen que incluso niveles moderados de consumo pueden aumentar el riesgo de desarrollar varios tipos de cáncer. Esto ha llevado a organizaciones médicas a pedir advertencias más claras en las etiquetas de las bebidas alcohólicas, similares a las de los productos de tabaco.
Además, señalan que las estrategias de prevención deben incluir campañas educativas dirigidas tanto a jóvenes como a adultos, junto con restricciones a la publicidad que normaliza o glamuriza el consumo de alcohol. La combinación de información clara, regulación efectiva y acceso a programas de apoyo podría marcar una diferencia significativa en la lucha contra el cáncer relacionado con el alcohol.