Santo Domingo.– Este 19 de mayo se cumplen seis décadas de una de las jornadas más significativas y dolorosas de la historia reciente de la República Dominicana. No se trata de una fecha cualquiera: es el día en que la sangre de valientes patriotas fue derramada frente al Palacio Nacional, en un intento por restaurar la democracia interrumpida tras el derrocamiento del profesor Juan Bosch en 1963.
El coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez encabezó, junto a combatientes como Juan Miguel Román y Euclides Morillo, el fallido asalto al Palacio Nacional durante la Revolución de Abril. En ese acto heroico, entregaron sus vidas defendiendo el orden constitucional, la dignidad nacional y la soberanía del pueblo dominicano. También resultaron heridos destacados luchadores como Amaury Germán Aristy y el dirigente político Norge Botello, entre otros.
Más que una acción militar, aquel día representó la expresión más firme del rechazo popular a la intervención extranjera y a la imposición de un régimen ilegítimo. La emboscada que costó la vida de estos héroes fue símbolo del costo que algunos sectores estaban dispuestos a pagar por mantener el poder y silenciar al pueblo.
“El pueblo y los procesos sociales son los que tienen fuerzas liberadoras”, proclamó el comandante Fernández Domínguez, una frase que aún resuena con fuerza hoy, en un contexto donde nuevas amenazas, como propuestas de leyes que buscan acallar voces críticas, intentan coartar la democracia por la que tantos lucharon.
Recordar el 19 de mayo es una obligación moral. No basta con actos protocolares o ofrendas florales; es preciso asumir un compromiso con los ideales por los que aquellos patriotas murieron. La democracia dominicana se forjó con sangre y valentía, y es responsabilidad de todos preservarla. Que este día sirva para renovar la memoria histórica, fortalecer la conciencia cívica y reafirmar nuestro compromiso con una República verdaderamente justa, libre y soberana.