Rusia e Irán han formalizado una nueva etapa en su relación bilateral al ratificar un tratado de asociación estratégica integral, una medida que fortalece aún más los lazos entre ambas naciones en áreas clave como seguridad, defensa, economía y cooperación regional.
El presidente ruso, Vladímir Putin, confirmó oficialmente el acuerdo, el cual había sido firmado inicialmente el 17 de enero durante conversaciones bilaterales en Moscú con su homólogo iraní, Ebrahim Raisí. Tras la firma, el documento fue ratificado por la Duma Estatal el 8 de abril y aprobado por el Consejo de la Federación el 16 del mismo mes.
Según el texto del tratado, ambos países se comprometen a profundizar las relaciones en todas las áreas de interés mutuo y a coordinar estrechamente sus actividades a nivel regional e internacional, en lo que se ha definido como una alianza de largo plazo.
Durante una conferencia de prensa celebrada tras las negociaciones de enero, Putin destacó que el acuerdo “establece objetivos ambiciosos” y busca crear “condiciones estables para el desarrollo sostenible de ambos países y de toda la región euroasiática”.
Este acercamiento estratégico ocurre en un contexto geopolítico tenso, con Irán en el centro de las preocupaciones de Estados Unidos por su programa nuclear. El presidente Donald Trump, incluso tras dejar el cargo, ha mantenido su retórica firme contra Teherán, mientras que organismos como el OIEA cuyo director, Rafael Grossi, se ha reunido recientemente con autoridades iraníes continúan evaluando el avance del desarrollo nuclear en el país persa.
Además, el conflicto en Medio Oriente, especialmente con actores como Hezbolá, Hamás y los hutíes, plantea interrogantes sobre los alcances reales de esta alianza, en particular si la cooperación incluye transferencia de tecnología militar como misiles hipersónicos, armamento que Rusia ya posee y que se sospecha ha llegado a manos aliadas de Irán.
Analistas advierten que este movimiento diplomático envía un mensaje claro en el tablero global: Rusia no solo respalda a Irán, sino que también busca consolidar su influencia frente a las potencias occidentales, perfilando un escenario multipolar donde Estados Unidos, China y Rusia se disputan la hegemonía del siglo XXI.