Santo Domingo, RD – 2025. En la actualidad, donde la conectividad es clave para casi todas las facetas de la vida cotidiana, surge una pregunta inevitable: ¿sería posible vivir sin Internet? Para muchos, la respuesta parece impensable. Sin embargo, recordar cómo era la vida antes de la era digital nos invita a reflexionar sobre lo que se ha perdido y lo que realmente importa.

Hace unas décadas, en lugares como los campos de la República Dominicana, las personas se las arreglaban sin la necesidad de Wi-Fi ni redes sociales. Las calles eran el centro de la vida social, los juegos eran en el exterior, y la comunicación se limitaba a visitas personales o cartas. “Mi papá vivía a unos 5 km de mi mamá, y para visitarla, tomaba un motorcito”, recuerda un habitante de la zona rural. “No se necesitaba Internet, la gente se conocía, las relaciones eran más personales.”

En esos tiempos, las tardes se pasaban jugando a “desafío” con pelotas de tenis, retas de fútbol improvisadas en las calles y carreras de barquitos de papel por los ríos. “Los juegos de antaño nos enseñaban a ser creativos y a disfrutar de lo simple. Hoy en día, los niños no saben ni qué es un trompo”, comenta un joven que recuerda las tardes de su infancia sin pantallas.

Los recuerdos de los veranos sin conexión son nostálgicos, pero también llenos de risas. La vida sin Internet traía consigo una mayor interacción física, una sensación de comunidad que los avances tecnológicos han transformado. Las conversaciones se daban cara a cara, y las actividades recreativas no dependían de la tecnología.

Aunque hoy los jóvenes puedan disfrutar de una vida digitalmente conectada, algunos aún añoran esos días sin Internet, cuando los vecinos compartían historias al atardecer, y la vida social era más simple, pero igualmente rica. “Sin duda, vivimos tiempos diferentes, pero eso no significa que los nuevos tiempos sean peores”, concluye un entrevistado. “Solo son diferentes.”

La pregunta persiste: ¿Es posible vivir sin Internet en la era digital? Para muchos, parece casi un desafío, pero para otros, como los que crecieron sin él, la vida sigue siendo plena, aunque de una manera diferente.