El Papa Francisco, de 88 años, enfrenta una infección polimicrobiana del tracto respiratorio que ha generado preocupación en la Santa Sede y en la comunidad católica global. Aunque los informes médicos indican que se encuentra estable y sin fiebre, su avanzada edad y antecedentes de salud han desatado especulaciones sobre su futuro como líder de la Iglesia.

Este episodio ha revivido recuerdos de 2021, cuando el Pontífice fue sometido a una cirugía intestinal y surgieron discusiones sobre su posible sucesión dentro del Vaticano. En esa ocasión, Francisco respondió a los rumores declarando: “Estoy vivo todavía, aunque algunos me querían muerto”. Ahora, las tensiones internas y el debate sobre su continuidad vuelven a intensificarse.

Desde su elección en 2013, el Papa ha impulsado reformas que han generado divisiones dentro de la Iglesia. Su liderazgo ha sido cuestionado por sectores conservadores debido a su enfoque progresista en temas como la inclusión de la comunidad LGBTQ+ y la lucha contra la corrupción. Aunque ha mencionado la posibilidad de renunciar, las luchas de poder han influido en su permanencia.

La incertidumbre sobre su salud plantea la posibilidad de un cónclave en el futuro cercano, lo que podría desencadenar una fuerte disputa entre las facciones progresistas y conservadoras dentro de la Iglesia. Mientras tanto, la comunidad católica sigue atenta a su evolución y al impacto que su estado de salud pueda tener en la estabilidad del Vaticano.