La tensión en Medio Oriente ha aumentado drásticamente tras el asesinato de Ismail Haniya un líder político del grupo terrorista Hamás, quien fue abatido en Irán mientras asistía a la juramentación del nuevo presidente iraní.

Haniya fue visto por última vez en una grabación junto al líder supremo de Irán, quien culpó a Israel por el ataque y prometió venganza. La representación iraní ante la ONU también adelantó que llevará a cabo operaciones especiales más duras, destinadas a infligir un profundo arrepentimiento en el agresor, lo que podría desencadenar una guerra regional con implicaciones internacionales, incluyendo a Estados Unidos.

La situación se ha agravado aún más con el asesinato de un líder de Hezbolá en Beirut, Líbano, mediante un ataque aéreo que destruyó un edificio en la capital libanesa. El ataque, atribuido a Israel por el primer ministro Benjamín Netanyahu, ha intensificado los temores de un desbordamiento del conflicto entre Israel y Hamás.

En respuesta a estos acontecimientos, el secretario de Estado de EE. UU., Anthony Blinken, afirmó que Washington no estaba al tanto ni involucrado en el asesinato del líder de Hamás en Irán y evitó hacer comentarios sobre su posible impacto en las negociaciones para un cese al fuego y la liberación de rehenes.

Mientras tanto, el Departamento de Estado ha instado a los ciudadanos estadounidenses a evitar viajar al norte de Israel y a las fronteras con Siria y Líbano, y al menos dos aerolíneas estadounidenses han suspendido temporalmente sus vuelos a Tel Aviv.