Ante la acusada crisis comercial del merengue, los protagonistas del género, los merengueros sobre todo, la atribuyen a una multiplicidad de factores que nada tienen que ver las causales o causantes reales del problema en cuestión.

No solo soslayan u olvidan, a propósito o no, el contexto histórico en que se produce esa baja comercial del merengue, sino también la dialéctica del cambio.

Razón por la cual lo viejo, para sobrevivir, convivir y competir con lo nuevo, tiene que innovarse y renovarse permanentemente.

Así, el problema no es o no reside, obviamente, en el merengue sino en los merengueros.

La inmensa mayoría de los merengues que suenan todavía hoy fueron grabados, musicalizados y convertidos en grandes éxitos en el decenio de los 80 del siglo pasado.

La generación vivió y disfrutó en grande en labios de los actuales merengueros, músicos y orquestas.

Los merengues de ese tiempo, que, dicho sea de pasada, constituyó la época de oro del merengue.

Pero con esos viejos merengues no hay posibilidad alguna de convencer, complacer y mover a las juventudes.

Y efectivamente, el cambio de contexto no solo tiene que ver con que estamos viviendo una nueva época.

Sino que la generación joven de hoy o las generaciones jóvenes de hoy no son las de los ochenta.

La generación de los 80 ya envejeció.

Y con ella envejecieron los merengueros, los músicos y las orquestas de ese tiempo.

Claro, se habla no solo del envejecimiento físico sino también del envejecimiento espiritual y moral.

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