La pornografía, aunque no se diga muy alto, es una de las historias empresariales de mayor éxito y más rentables en Estados Unidos.

Las películas y revistas porno han pasado de ser consideradas como un vicio a una mercancía que domina las estanterías del videoclub de la esquina y los quioscos de prensa. Recauda más dinero en las habitaciones de hotel que los minibares. Y se expande con gran rapidez por las pantallas de los ordenadores gracias a Internet. La incertidumbre legal, sin embargo, plantea riesgos.