En la carretera que lleva a la central nuclear de Zaporiya, solo pasan coches que evacúan a niños de la cercana ciudad de Vasilievka. Algunos vehículos no pueden avanzar y son abandonados. Por recomendación del Gobierno ucraniano, incluso son quemados e inutilizados para que no se hagan con con ellos las tropas rusas, que ya han anunciado tener bajo control la instalación atómica, la mayor de Europa, tras intensos combates que han provocado un incendio en uno de los edificios de la central, disparando las alarmas en las capitales de todo el mundo.
El fuego ha podido ser extinguido, de acuerdo con los servicios de emergencia ucranianos, sin que se haya apreciado hasta ahora un aumento en los niveles de radiactividad, según la información que llega desde Estados Unidos. Pero el miedo cala hondo y quien puede se va. El sacerdote Sergui Koshenko ha evacuado en su vehículo a más de 120 niños de Vasilievka en las últimas horas.
A unos 60 kilómetros de la central un soldado ucraniano para a nuestro vehículo. A partir de allí ya están los tanques rusos. Señalando hacia el lugar, el militar, Ruslan Kristine, nos dice: “Lo que hace Rusia es terrorismo militar”. La ciudad de Zaporiya, relativamente lejos del frente, está desierta. Hay miedo e inquietud.