Lo que en su época fue una majestuosa obra de ingeniería, medio siglo después es un armazón de acero y concreto con parches por doquier y con un evidente nivel de deterioro por falta de mantenimiento.
Cuando se cruza el río Ozama en dirección oeste-este a través en el Metro de Santo Domingo, son tres cosas que se observan desde las ventanas y puertas del moderno medio transporte: el deprimente drama de decenas de casas en la margen oriental del citado río, la construcción de la avenida del río, y el formidable armazón de hierro sucios y oxidados que conforman este puente.
En la superestructura de acero se observa en general láminas y vigas corroídas por el óxido, además se pueden ver a simple vista lo que podrían ser pequeñas fisuras debido a los problemas originados por la falta de mantenimiento en las uniones soldadas, y en muchos casos es notoria la cantidad de plantas vegetales que crecen dentro de la misma estructura metálica.