Durante su conversación con Iván Ruiz en Énfasis, Guillermo Cordero abordó un fenómeno que, según él, ha transformado —y empobrecido— la producción artística contemporánea: la dependencia excesiva de pantallas en los espectáculos. Explicó que hoy muchos montajes se apoyan casi exclusivamente en recursos visuales digitales, dejando de lado la construcción emocional, narrativa y estética que debería sostener una puesta en escena. “Hay espectáculos que duran dos horas y media y son solo pantallas”, señaló, advirtiendo que la tecnología, sin propósito, no sustituye el arte.
Cordero contrastó esta tendencia con los estándares internacionales que observó en producciones estadounidenses. Recordó que, en grandes escenarios, las pantallas se utilizan con moderación y únicamente cuando la dramaturgia lo exige. Citó como ejemplo un concierto de Elton John acompañado solo de su piano y un álbum proyectado ocasionalmente como elemento expresivo. “Cada acto debe tener su razón de ser”, enfatizó, explicando que un buen productor debe combinar los elementos de manera armónica, sin colocar lo digital como un accesorio vacío que luego obliga a construir contenido alrededor de él.
Al reflexionar sobre la conexión emocional con el público, Cordero reconoció que algunos montajes recientes han logrado resultados efectivos, como la sección “New York Man” en un pasado Premio Soberano. Sin embargo, insistió en que la tecnología debe complementar y no reemplazar la sensibilidad artística. Para él, la esencia de un espectáculo radica en provocar emociones genuinas, no en saturar visualmente al espectador. Su crítica apunta a un llamado a recuperar la intención, la narrativa y el corazón detrás de cada puesta en escena.