En una conversación íntima con Iván Ruiz para el programa Énfasis, el productor y director artístico Guillermo Cordero reveló que llegó a un punto en su vida en el que “nada me sabía a nada”, palabras que marcaron el tono de una confesión profunda sobre el desgaste emocional tras décadas de éxito continuo. Cordero explicó que, aunque había alcanzado reconocimiento, premios y prestigio profesional, el triunfo dejó de significar algo real para él. Un vacío creciente lo llevó a cuestionar su rumbo y a reconocer que el ego —alimentado por el entorno y por 30 años ininterrumpidos de trabajo— lo había apartado de su centro, incluso al punto de sentir que Dios no estaba presente en su vida.

Durante la entrevista, el creador repasó momentos claves de su carrera, incluyendo sus inicios en comparsas patrocinadas por Popy Bermúdez y la oportunidad que este le brindó para estudiar coreografía en Estados Unidos. Recordó también la evolución de su trabajo en premios nacionales como los Dorados y los Cassandra —hoy Soberano— en donde no solo innovó la producción artística sino que también llegó a ser doble protagonista: productor y, a la vez, ganador del Gran Soberano. Cordero describió estos años como un periodo frenético, repleto de reconocimientos que, vistos en retrospectiva, fueron “demasiado y muy continuos”.

El diálogo avanzó hacia la dimensión humana detrás del artista. Cordero habló de proyectos teatrales como Víctor Victoria, protagonizada por Freddy Beras Goico y Cecilia García, describiendo la experiencia como una de las más gratificantes de su vida. Sin embargo, también admitió que otros montajes le dejaron aprendizajes dolorosos que prefiere no detallar por respeto a personas ya fallecidas. Su reflexión final giró en torno a la necesidad de pausar, redefinir prioridades y reencontrarse espiritualmente. Aseguró que el proceso de reinventarse no solo fue necesario, sino vital para entender quién era más allá del aplauso.