En su intervención ante el juez, Ángel Rondón centró su defensa en reconstruir su trayectoria empresarial desde la década de 1970, insistiendo en que su fortuna no proviene de actos ilícitos. Explicó que sus primeros ingresos significativos surgieron en 1973, cuando logró vender una planta eléctrica flotante en San Pedro de Macorís, operación que —según afirmó— marcó el inicio de su crecimiento económico. Añadió que durante los años siguientes amplió sus proyectos con empresas extranjeras y desarrolló obras de gran escala en distintas regiones del país.
Rondón narró detalladamente cómo en 2001 fue contactado por el embajador de Brasil para reunirse con ejecutivos de Odebrecht interesados en seleccionar un representante en la República Dominicana. Según su versión, firmó acuerdos con dos de las constructoras brasileñas más importantes —Odebrecht y Andrade Gutiérrez— debido a un conflicto surgido en el acueducto de la Línea Noroeste, licitado originalmente en 1999. Sostuvo que su rol fue estrictamente comercial y que todas las negociaciones se realizaron bajo los parámetros formales establecidos para ese tipo de proyectos.
El empresario afirmó que fue él quien propuso la solución que permitió la conformación de un consorcio entre las compañías brasileñas, dividiendo responsabilidades y beneficios en partes iguales para viabilizar la obra. Aseguró que la llegada de Odebrecht al país no se debió a gestiones políticas, sino a una decisión del presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, quien pidió al embajador facilitar la colaboración entre las empresas. Rondón concluyó indicando que su trayectoria está documentada y que su éxito se debe al trabajo acumulado durante décadas, no a actos irregulares.