En un país donde el volante de una patana se asocia casi exclusivamente al género masculino, Aylin Santana y Esmeralda han demostrado que la fuerza y la destreza no tienen sexo. Ambas conductoras dominicanas llevan años recorriendo las carreteras del país al mando de enormes vehículos de carga, imponiéndose con disciplina, profesionalismo y una pasión que supera el cansancio y los prejuicios. Lo que comenzó como una necesidad económica se transformó en una vocación que hoy las define como pioneras en una labor poco común para las mujeres de la República Dominicana.

Con casi una década de experiencia en el transporte pesado, Aylin y Esmeralda han enfrentado críticas, burlas y hasta discriminación laboral. Sin embargo, su determinación las llevó a integrarse al equipo de la Cervecería Nacional Dominicana, donde su desempeño ha sido reconocido por su responsabilidad y cuidado en la conducción. Según Edwin Guerrero, gerente de logística de la empresa, su incorporación marcó un precedente: son las primeras mujeres patanistas de la compañía, demostrando que la precisión y la prudencia femenina pueden ser ventajas competitivas en este sector.

Ambas trabajadoras afirman sentirse orgullosas de inspirar a otras mujeres a desafiar los límites impuestos por la tradición. A pesar de las largas jornadas y los riesgos que conlleva la carretera, no piensan detenerse. “Me apasionan los camiones”, confiesa Esmeralda. “Hago lo que me gusta y le doy gracias a Dios cada día por permitírmelo.” Su historia no solo reivindica el valor del trabajo femenino, sino que invita a repensar el papel de la mujer dominicana en espacios históricamente dominados por hombres.