En el corazón del Centro Financiero de Toronto, entre rascacielos y pantallas que reflejan los movimientos del mercado global, trabaja René Pineda, un inmigrante salvadoreño que ha demostrado que los sueños no tienen límites. Lejos quedaron sus días lavando platos en Estados Unidos o trabajando como minero a más de 2.000 metros de profundidad en Canadá. Hoy, Pineda es un inversionista en la bolsa de valores, autodidacta y mentor de otros hispanos que desean alcanzar la estabilidad financiera.
René emigró de El Salvador en 1981, con apenas estudios de octavo grado. Su esfuerzo y determinación lo llevaron a reinventarse tras un accidente laboral que lo dejó temporalmente incapacitado. “Fue la necesidad lo que me motivó a aprender”, confiesa desde su oficina en lo alto de un edificio en Mississauga, donde analiza los movimientos bursátiles con precisión. “Muchos piensan que invertir es fácil, pero hay que estudiar y asumir riesgos”, explica.
Hoy, Pineda no solo invierte con éxito, sino que también enseña a otros hispanos en Canadá a ingresar al mundo financiero. “Yo quiero que la gente como yo, los que trabajan duro, aprendan a mejorar su vida”, afirma. Su historia es ejemplo de perseverancia y disciplina: un hombre que cambió el ruido de la mina por los números de Wall Street y que, con visión y fe, ha logrado construir el futuro económico estable que siempre soñó para su familia.