Las imágenes de celebridades captadas por paparazzis se han convertido en piezas clave para la industria del entretenimiento. David Valadez, fotógrafo con años de experiencia, asegura que el valor de una foto puede compararse con ganarse la lotería: a veces vale apenas un dólar y en otras ocasiones puede generar ingresos suficientes para comprar un automóvil en un solo día. Entre sus capturas más recordadas está una fotografía de Britney Spears en su residencia, considerada una de las más lucrativas de su carrera.

El trabajo de estos fotógrafos, aunque glamoroso en apariencia, implica riesgos y sacrificios. Policías Ríos, otro veterano del oficio, destaca que en ocasiones terminan arrestados por buscar la imagen perfecta, pero la adrenalina y el posible valor económico de la foto justifican esos riesgos. Para ellos, la persecución de estrellas es más que un empleo: es una vocación que ha marcado sus vidas durante más de una década.

En escenarios como el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles, los paparazzis permanecen atentos a cualquier llegada inesperada de artistas. Una alerta puede desatar una carrera entre decenas de fotógrafos para captar al famoso de turno. Así ocurrió con la sorpresiva aparición de Niall Horan, exintegrante de One Direction, cuyas imágenes fueron rápidamente distribuidas a revistas internacionales. La inmediatez de estas capturas demuestra por qué los paparazzis siguen siendo protagonistas silenciosos de la cultura pop.