Desde Los Ángeles llega la conmovedora historia de Micaela, una madre latina que enfrentó una realidad inesperada: descubrir que sus tres hijos eran transgénero. Lo que comenzó con pequeños gestos de infancia —jugar con muñecas, vestirse con ropa femenina— se transformó en una experiencia de vida que le enseñó el verdadero significado del amor incondicional. Hoy, Martín, Alfonso y Miguel son Marlene, Brenda y Jen.

El proceso no fue sencillo. Mientras Micaela buscaba comprender y abrazar la identidad de sus hijas, su esposo reaccionaba con resistencia, intentando imponer estereotipos masculinos a la fuerza. Sin embargo, las niñas crecieron con la certeza de que su madre las aceptaba tal y como eran. Para Micaela, el impacto inicial fue un golpe duro, pero con el tiempo lo interpretó como una bendición de Dios: “Ser tres varones y ahora tres mujeres es una bendición, Dios sabe por qué nos trajo aquí”.

La historia resalta que la aceptación comienza en el hogar. Micaela reconoce que si una madre no apoya a sus hijos, la sociedad mucho menos lo hará. Su experiencia se convierte en ejemplo para otras familias: el respeto, la comprensión y la empatía son pilares fundamentales para que las personas trans puedan vivir con dignidad y felicidad. En vísperas del Día de Acción de Gracias, su testimonio recuerda que el mayor regalo que puede ofrecer una familia es el amor sin condiciones.