El entonces presidente electo Donald Trump causó revuelo en su llegada a Washington al aterrizar en su Boeing 757 privado, conocido popularmente como Trump Force One. Valorada en 100 millones de dólares, esta aeronave se convirtió en símbolo de su estilo de vida rodeado de lujos, siendo su transporte habitual en viajes internacionales previos a su mandato.

El avión, con capacidad para 43 pasajeros y una autonomía de vuelo de 16 horas, está equipado con comodidades poco comunes incluso en la aviación de alto nivel. Entre sus atractivos se encuentran un televisor de 57 pulgadas, una sala de cine con mil películas y un sistema musical con más de 1,500 temas. Los detalles resaltan aún más el sello personal de Trump: baños con grifos bañados en oro de 24 quilates, lavabos de mármol y asientos de cuero bordados con su logotipo.

El interior también incluye un dormitorio principal con cama twin de diseño exclusivo, un segundo dormitorio para invitados y un comedor privado con cocina. Con semejantes lujos a bordo, la incógnita que se planteaba en ese momento era si Donald Trump estaría dispuesto a dejar su confortable Trump Force One para utilizar el tradicional Air Force One, el avión oficial de la presidencia de Estados Unidos.