El reciente fallo que bloquea las esperanzas migratorias de miles ha dejado a millones de inmigrantes consternados en todo Estados Unidos. Entre ellos están Natale y Antonio Saavedra, una pareja mexicana residente en Nueva York desde hace 24 años. Su mayor anhelo es regresar a Oaxaca para abrazar a sus padres, pero el riesgo de no poder volver a EE. UU. los obliga a renunciar, día tras día, al calor de su tierra y de sus ancianos. “Mi madre cree que no la quiero porque no regreso”, confiesa Antonio, con una mezcla de tristeza y resignación.
Ambos eran elegibles para DAPA, la Acción Diferida para Padres de Ciudadanos Estadounidenses, suspendida tras una decisión judicial que muchos califican de injusta. A pesar de haber construido una vida honrada, abrir un negocio propio y sacar adelante a sus tres hijos universitarios, sienten que han sido estigmatizados como delincuentes. “No hemos podido vivir bajo dignidad, respeto y honor”, declara Natale, visiblemente afectada. Su hijo, beneficiario de DACA y activista, insiste en que la lucha no puede detenerse.
La familia Saavedra se unió a las protestas recientes en Nueva York, donde miles marcharon para exigir una reforma migratoria justa. Solo en esa ciudad, más de 335 mil personas habrían sido beneficiadas por la orden ejecutiva del expresidente Obama. Mientras tanto, los Saavedra se niegan a rendirse, convencidos de que su causa representa a millones que, como ellos, siguen esperando que la justicia migratoria algún día toque sus puertas.