En un humilde barrio de Santo Domingo, la familia de Oscar, uno de los 49 fallecidos en la masacre de Orlando, enfrenta un dolor inimaginable. El joven dominicano había emigrado a Estados Unidos para ayudar económicamente a los suyos, convirtiéndose en el sostén de su madre y hermanos. Su trágica partida dejó un vacío irreparable en el hogar que soñaba con reunir de nuevo el mes próximo, cuando planeaba regresar para llevar a su madre consigo.

Entre lágrimas, su hermana recordó la última vez que recibió un mensaje suyo, horas antes del ataque. “Era la luz de los ojos de mi mamá, un hombre ejemplar”, dijo con la voz quebrada, destacando que siempre apoyó a su familia y que su amor por la música llenaba la casa de alegría cuando visitaba. La noticia de su muerte llegó tras horas de angustiosa búsqueda en hospitales y listados de víctimas.

La madre de Oscar, devastada, se prepara para viajar a Estados Unidos a despedir a su hijo gracias a una visa humanitaria gestionada de urgencia. Vecinos, amigos y familiares se han unido para acompañarla en el duelo. “No hay fuerza suficiente, pero hay que sacarla donde no la hay”, expresó la hermana entre sollozos, recordando a un joven que vivirá siempre como símbolo de sacrificio y amor incondicional por los suyos.