Rafael Wellington, un joven de apenas 21 años, es uno de los tantos dominicanos que ha puesto en riesgo su vida utilizando medicamentos veterinarios para aumentar masa muscular. En su búsqueda por un cuerpo ideal, comenzó a inyectarse una sustancia conocida como “diamino” o “caballín”, destinada originalmente a caballos y vacas, sin imaginar las consecuencias. Hoy sufre insuficiencia cardíaca, pérdida severa de visión y secuelas que podrían ser irreversibles. El compuesto, cuyo uso en humanos está prohibido, contiene extracto de hígado bovino y hierro, elementos tóxicos para el organismo cuando se administran por vía intravenosa.
El caso de Wellington no es aislado. Reportes de medios internacionales, como The Washington Post y The New York Times, han documentado muertes de jóvenes prospectos a las grandes ligas en República Dominicana, quienes también se inyectaron esta sustancia buscando mejorar su rendimiento. Las estadísticas indican que el 25% de los casos positivos a esteroides en el sistema de béisbol profesional han sido dominicanos. El problema se agrava por la facilidad con la que estos productos pueden adquirirse en farmacias veterinarias, donde incluso son recomendados para consumo humano, pese a las advertencias explícitas en sus etiquetas.
El doctor Valle, quien lleva el caso de Wellington, alerta sobre la gravedad de inyectarse productos diseñados para animales, destacando que estas sustancias tienden a acumularse en órganos vitales como los riñones, el corazón y los ojos. Aunque se están evaluando terapias de extracción química como la quelación, los daños son profundos y en muchos casos irreversibles. La historia de Wellington evidencia una realidad cruda: la presión social, la desinformación y la falta de regulación están llevando a jóvenes vulnerables a decisiones que comprometen su salud y sus vidas de manera alarmante.