España enfrenta una creciente alarma por el aumento de la violencia callejera protagonizada por pandilleros, en su mayoría jóvenes inmigrantes latinoamericanos. Los Latin Kings, Los Trinitarios, Dominican Don’t Play (DDP), Los Nietas, Los 42 y otras agrupaciones han tomado control de varios barrios, generando un ambiente de miedo, especialmente en zonas como Tetuán, en Madrid, donde un agente de policía fue brutalmente atacado semanas atrás. La tragedia más reciente fue el asesinato de un menor dominicano de 15 años, apuñalado en el corazón durante una pelea entre Trinitarios y DDP.
Exmiembros como Gastón Avilés, quien fue mano derecha de los fundadores de los Latin Kings en Barcelona, hoy predican en iglesias tras dejar atrás una vida marcada por el crimen y las drogas. “Yo no medí la violencia en la que estaba”, confesó, relatando cómo incluso participó en un atentado contra los Mossos d’Esquadra. Las pandillas operan como redes de narcotráfico, reclutan menores de apenas 13 años, y utilizan rituales violentos para ingresar o castigar a quienes quieren salir, según testimonios recogidos por investigadores y exintegrantes.
Aunque la policía asegura haber erradicado parcialmente a grupos como los Latin Kings en Madrid, las cifras del Ministerio del Interior revelan que solo en 2015 se detuvieron 437 pandilleros por delitos graves. El fenómeno, lejos de extinguirse, se transforma y se adapta, afianzándose en contextos de exclusión social. Salir de una pandilla no es sencillo: muchos enfrentan amenazas de muerte si intentan abandonarla. Ante este panorama, organizaciones religiosas y comunitarias intentan ofrecer refugio y redención a quienes deciden romper el ciclo.