El domingo 30 de enero de 2016, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) proclamó oficialmente a Danilo Medina como su candidato presidencial para la reelección. La actividad, celebrada en un ambiente de espectáculo político, combinó música, protocolo, discursos y momentos teatrales. Desde el día anterior, el lugar del evento —en plena 27 de Febrero con Gómez— fue intervenido con tarimas, escaleras tipo tijera, escenografía morada y una fuerte presencia de seguridad. Mientras tanto, en los alrededores, los parapentes sobrevolaban y los militantes peledeístas se disputaban los sándwiches y las selfies entre figuras políticas y artistas invitados.
La narrativa visual de Franklin Guerrero, a través de su ya emblemática fotocrónica, capturó tanto lo simbólico como lo absurdo del acto: desde bailarinas descansando en las escaleras hasta el desfile de figuras del oficialismo como Miguel Vargas, Cristina Lizardo, Gonzalo Castillo, Euclides Gutiérrez Félix y el expresidente Leonel Fernández, quien llegó junto a Margarita Cedeño. Las miradas también se posaron en los VIP del PLD, mientras se alternaban el himno nacional, el del partido y un homenaje al cantante Fernando Casado. Incluso la farándula y las “visitas sorpresa” tuvieron espacio estelar.
Ya en tarima, Danilo Medina habló durante más de una hora. Mencionó sus logros, agradeció a sus aliados —incluyendo al PRD de Miguel Vargas— y arremetió indirectamente contra su contrincante del PRM. Con su habitual tono mesurado, reafirmó su voluntad de continuar gobernando y pidió el respaldo popular en las elecciones de mayo. La proclamación no fue solo un acto partidario, sino un performance calculado, cargado de simbolismos, alianzas y aspiraciones, enmarcado en el uso de la estética política como forma de reafirmar el poder en campaña.