En una declaración que resuena con fuerza en los pasillos diplomáticos, el presidente ruso Vladimir Putin lanza una pregunta que pone en jaque la credibilidad de la coalición liderada por Estados Unidos en Siria: ¿Por qué compartimos información de vuelos si nuestros aviones son atacados justo en esos momentos? La interrogante, formulada con tono desafiante y cargada de sospecha, surge tras el derribo de un avión ruso por parte de Turquía, miembro clave de la alianza internacional contra el terrorismo.

Putin afirma que Rusia sí había compartido con Estados Unidos, y por ende con sus aliados, la ubicación y horario de sus vuelos, creyendo que ese intercambio garantizaba seguridad y coordinación. Sin embargo, el ataque turco al caza ruso contradice esa premisa. “O no controlan lo que hacen sus aliados o esa información es compartida con terceros sin considerar las consecuencias”, sostiene el mandatario, visiblemente indignado. Añade que la posibilidad de ser blanco de un aliado nunca fue contemplada, razón por la cual Rusia no había desplegado sistemas antiaéreos en Siria.

El Kremlin plantea una nueva línea de confrontación: si Estados Unidos no puede controlar a sus aliados, ¿qué sentido tiene coordinarse con ellos? La instalación de sistemas antiaéreos rusos en territorio sirio es ahora una respuesta directa a esa “traición inesperada”. Putin insiste en que esas defensas no están dirigidas contra la coalición, pero advierte que Rusia no permitirá que sus fuerzas vuelvan a ser vulnerables. Y mientras su pregunta permanece sin respuesta oficial de Washington, el silencio de la Casa Blanca se torna tan ruidoso como el estruendo de los misiles.