Todo comenzó con sonrisas tensas en el Centro Olímpico: Leonel le levantó la mano a Danilo, mientras desde el fondo ya se escuchaban los primeros acordes del concierto electoral del PLD. Pero el verdadero clímax del espectáculo llegó el miércoles 21 de octubre, cuando en la Suprema Corte se ratificó el no ha lugar al senador Félix Bautista, acusado de corrupción. Desde la llegada de viudas, fiscales y empresarios hasta la entrada triunfal del senador, la jornada fue un desfile de rostros nerviosos, cámaras listas y jueces con votos divididos.

La lectura del fallo tomó casi tres horas. Mientras se escuchaban los detalles, las cámaras recorrían los rostros: algunos tensos, otros satisfechos. La sala judicial se convirtió en una pasarela de poder y complicidad. Las “agradecidas” —como las llama el cronista— ocuparon su lugar en primera fila, y los abogados se consultaban entre celulares, suspiros y gestos sobreactuados. La jueza Miriam Germán dejó ver su disidencia, pero la mayoría habló más alto: impunidad confirmada.

A las 5:40 p.m., la sentencia fue leída. Aplausos sellaron el acto. El acusado, confiado desde el inicio, se retiró entre saludos y abrazos. Mientras tanto, los fiscales se retiraban con pesar, y los ciudadanos presentes abandonaban la sala sabiendo que la justicia, una vez más, había sido derrotada por los aplausos del poder.