En un hecho sin precedentes, las autoridades mexicanas dieron a conocer las imágenes que captan los últimos minutos de Joaquín “El Chapo” Guzmán en su celda, justo antes de protagonizar su histórica fuga del penal de máxima seguridad del Altiplano en julio de 2015. En el video, el capo aparece nervioso, caminando de la cama al baño, cambiándose los zapatos y merodeando sin cesar, en lo que pareciera un patrón previo a su desaparición. A las 8:52 p.m., se esfuma por un agujero oculto bajo la regadera, sin que los custodios emitieran alerta alguna.
El túnel por el que escapó —una obra de ingeniería milimétrica— medía cerca de una milla de longitud, con iluminación, ventilación y una motocicleta montada sobre rieles para agilizar la huida. Salía directo a una construcción en los alrededores del penal, levantada estratégicamente para facilitar la fuga. De acuerdo con expertos, esta estructura requirió maquinaria especializada, ingenieros y 291 viajes de camiones de volteo para remover más de 2,000 toneladas de tierra, sin levantar sospechas.
El secretario de Gobernación justificó la evasión argumentando limitaciones legales en la videovigilancia, que impedían observar a los reclusos en zonas “íntimas” como la regadera. Pero la precisión del túnel, el nivel de coordinación y el equipo empleado siguen generando sospechas de complicidad interna. Aunque se activó el “código rojo” poco después, ya era tarde: el líder del Cártel de Sinaloa había desaparecido nuevamente ante los ojos del mundo, y con ello se abría otro capítulo de controversia y vergüenza para el sistema penitenciario mexicano.